Empecé este blog con 16 años y otro nombre (Dime que series ves y te diré cómo eres). En un principio solo hubo cabida para las series de televisión, pero más tarde amplié el contenido a todo aquello con un mínimo de ficción, incluso la propia vida. Decía Susan Sontag en Contra la interpretación que «en las buenas películas existe siempre una espontaneidad que nos libera por entero de la ansiedad por interpretar». Pero Carrie Bradshaw también decía en la excelente Sexo en Nueva York: «No pude evitar preguntarme».

sábado, 1 de junio de 2013

La serie de mi vida

El día que deje de recomendar fervientemente 'A dos metros bajo tierra', será por dos posibles motivos: o he acabado en el sótano de la casa funeraria Fisher & Sons con David dándome el coñazo con sus dilemas homosexuales o he descubierto una mejor serie. I-m-p-o-s-i-b-l-e. Lo de palmarla es verídico, el resto de hechos no. La masterpiece de Allan Ball y HBO me demostró hace dos veranos que un producto audiovisual no sólo podía entretenerme sino también retorcer. Y de qué manera, señores. La primera temporada de 'Friday Night Lights' y momentos puntuales de 'Mad Men' y 'Fringe' fueron un goloso camino previo; 'Homeland' llegaría más tarde. Pero ninguna de las citadas gana en la batalla de las comparaciones a las vivencias de los Fisher, reyes del humor más negro y churruscado que pueda existir. Por motivos (re)creativos y personales.

5 temporadas y 63 episodios de 'A dos metros bajo tierra' narran el día a día de una aparente tradicional familia de California a principios del siglo XXI. Já, ¿tradicional? Más bien diría yo... disparatada, perdida y dramáticamente realista. Como la serie en sí; un constante cruce de caminos en el que sus personajes anhelan reencontrarse así mismos, un festín de idas de olla, sexo a mansalva, reflexiones vitales y una extensa y lograda radiografía de las relaciones humanas desde su nacimiento hasta su muerte. 

Ligeros spoilers | Os hago una presentación breve pero no justa de la familia Fisher, propietaria de  la funeraria más televisiva. La matriarca: Ruth, cree que su marido la observa desde ultratumba a quién le ha estado poniendo los cuernos con un peluquero los últimos años. Los hijos: Nate se tira a mujeres desconocidas en aeropuertos, David es un homosexual reprimido con un mazizorro-poli-negro como novio y Claire conduce un coche fúnebre verde para ir al instituto, fuma marihuana y roba manos de cadáveres para meterlas en taquillas de chicos malos. ¿Y Brenda Chenowith? Ah, sorpresa. Todos ellos tienen un genio de mil demonios, se gritan entre ellos, obedecen a regañadientes, tienen secretos inconfesables, mienten descaradamente, ocultan/fingen sus sentimientos, poseen rencor, cometen error tras error... pero al final del día forman una familia y comparten mesa y cena. Lloran. Ríen. Son tan frágiles como nosotros mismos. "We are so fucking lost" dice un personaje en los últimos minutos del 5x09.

Vedla. Comprobaréis lo gratificante que será encontrar a alguien que también ame esta serie. Es por eso que 'A dos metros bajo tierra' fue, es y será la serie de mi vida. Un auténtico torrente de sangre a la cabeza. Y al corazón. Carne de visionado durante las largas madrugadas de verano. In the middle of the summer, I'm not sleeping...

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